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“Sin agua, nada somos”: identidades campesinas, sufrimiento ambiental y gestión comunitaria frente a la escasez hídrica

3 Junio 2019

Por: Isadora Jorratt y Diego Sepúlveda

 

En nuestro país se inició el proceso de privatización de aguas mediante el decreto con fuerza de Ley conocido como el Código de Aguas[1]. Iniciado en dictadura, y consolidado a través de políticas neoextractivistas durante los gobiernos de la concertación, la privatización del agua y otros recursos naturales fue parte de un proyecto político que motivó la inversión extranjera y la explotación intensiva de recursos naturales por medio de sistemas de monocultivo (Seoane, 2010; Gudynas, 2012). El valle de Petorca, territorio ubicado en la región de Valparaíso y cuyas comunidades desde los años 90’ conviven con una grave crisis en el acceso al agua, es un ejemplo emblemático de las consecuencias negativas que han traído estas políticas de privatización. Es grave porque hace 15 años que las lluvias escasean y su principal rio se encuentra completamente seco. Se trata de un problema socioambiental que tiene a cerca de 1000 personas sin agua para vivir, las que ahora son abastecidas por camiones aljibes. Entre las razones de su agotamiento, destaca la intensiva actividad agroexportadora de paltos y minera que demandan grandes cantidades de agua para funcionar.

En el gráfico 1 es posible observar el excesivo sobre otorgamiento de derechos de agua en la cuenca.  En el periodo 1995-1999, la Dirección General de Aguas (DGA) entregó 7727,6 litros de agua  superando con creces el agua disponible de la cuenca. Luego de agotar el rio en el periodo 2005-2009, se entregaron la mayor cantidad de derechos de agua subterráneos.  Fue recién en el 2012, que la sequía se hizo oficial cuando la DGA declaró a la zona en escasez hídrica (Bolados et al, 2017).  Hasta el momento, son cuatro familias las que, en suma, acaparan 2.323,32 litros de agua por segundo.

Grafico caudal

Gráfico 1. Caudal promedio anual concedido en derechos de agua en la Provincia de Petorca. Fuente: Bolados et al. (2017)

En el marco de estos antecedentes, se presenta a continuación un resumen de los principales resultados de nuestra tesis de pregrado[2] sobre el caso del valle de Petorca que tuvo como principal objetivo caracterizar los modos de vida que emergen producto de la escasez de agua. Esta investigación se llevó a cabo a través de una metodología cualitativa que consistió en la realización de dos etnografías multilocales (Marcus, 2001) en las localidades de El Bronce y El Manzano entre los meses de agosto y octubre del 2018. Además, se realizaron 9 entrevistas en profundidad. Los principales resultados fueron estructurados en torno a tres apartado[3]. En primer lugar, nos referimos a la transformación de las identidades campesinas. En segundo lugar, al sufrimiento ambiental, y por último se abordará la ineludible gestión comunitaria del agua levantada en el valle de Petorca y gestada en un escenario de escases hídrica.

“Nosotros sin agua, nada somos”

La escasez de agua ha afectado la vida económica, porque los cultivos se secaron y los animales fallecieron. Así lo comenta Andrés (El Manzano) quien ha dedicado toda su vida a la ganadería de cabras y plantación de paltos.  Andrés comentó que ya no tiene las frutas y verduras que le proveía la tierra, y ahora tiene que comprarlas en la ciudad y en muchos casos debe viajar a la Ligua[4]. Pero la escasez no solo afecta su vida materialmente, porque también una importante consecuencia ha sido la transformación de las subjetividades hacia una perdida identitaria del ser campesino/a. Así lo señaló Carlos (El Bronce)[5]: “nosotros sin agua, nada somos”. Ambos testimonios nos permiten inferir que la falta de agua conlleva una cuestión más profunda y que es finalmente que la vida en el campo, tal como tradicionalmente se había desarrollado, se ha convertido en una situación insostenible en la actualidad.

Sufrimiento ambiental: incertidumbre, invisibilización y resignación.

Sobre la presencia de sufrimiento ambiental identificamos tres aspectos presentes en la experiencia de los habitantes de Petorca. El primero es la incertidumbre. En la zona hay y se produce incertidumbre acerca de lo que está pasando y lo que sucederá. Otro elemento es la invisibilización de la problemática por parte de las autoridades, que en algunas ocasiones han negado la posibilidad de las personas de ser interlocutores válidos de su causa. En otros casos, esta invisibilización se ha manifestado por medio de discursos construidos acerca del calentamiento global, que responsabilizan a las personas por su mal uso del agua y protegen a la agroindustria del uso excesivo de la misma. Finalmente, las personas sienten resignación frente a la solución de su problemática. Por un lado, resignación frente al poder económico que no cede o solamente se preocupa de sus pérdidas monetarias; y por otro lado, con el poder político, porque no conocen las reales circunstancias en que ellos viven y hacen las leyes a su conveniencia y del empresariado.

Reorganización del sistema de gestión comunitaria en un escenario de escasez.

En Petorca, el sistema de reparto de agua lo realiza la Oficina de Recursos Hídricos, un nuevo departamento de la Municipalidad de Petorca. Así, tres veces por semana camiones aljibe se dirigen a las localidades para llenar los estanques comunitarios[6] de cada Asociación de Agua Potable Rural (APR). Esto significa 3.750 lt. de agua por semana para cada familia. Si bien ha sido una gestión que ayuda a las familias a palear la sequía, en ningún caso es suficiente. En muchos casos donde hay animales las personas viven con 100 litros de agua para un día[7]. Las APR’s tal y como señalan Sandoval-Moreno y Günther (2013), corresponden a un modo comunitario de administración y manejo de las aguas a nivel local. Este modo de gestión ha modificado la forma de sociabilización de sus habitantes, generando responsabilidades sociales por el uso del agua. Rompe con la relación clientelar que tenemos con el agua y la relación individualista que tenemos como sociedad.

Como revisamos anteriormente, el modelo privado de aguas no asegura acceso al agua para todos y todas, sino que queda supeditada al lugar que las personas ocupan en la esfera social. El modelo neoliberal de aguas ha mostrado ser incapaz de dar acceso al agua a personas que viven aisladas y que son vulnerables al negocio de la agroindustria: modelo que, además, se sigue profundizando en Chile. Hace unos meses el Gobierno de Sebastián Piñera planteó medidas como la privatización de la DGA. Esto solo le pone paños fríos a la crónica de una muerte anunciada. También en el plano mundial, las políticas privatizadoras son impulsadas por el Banco Mundial, bajo el argumento que se aumentará la disponibilidad de agua. La investigación anterior, dio cuenta de algunas consecuencias socioambientales pero también la respuesta local que surge para enfrentar la sequía. Aún se pueden hacer muchas cosas, por ejemplo, creando un nuevo código de aguas que proteja a la naturaleza y con ello a la vida misma. Para ello, será necesario sin duda, derrumbar el pensamiento racional de la eficiencia y el dinero, dando paso a una nueva era de la racionalidad ambiental.

 

Referencias

Acosta, A. (2013). Extractivismo y neoextractivismo: dos caras de la misma maldición. Recuperado de: http://www.polodemocratico.co/pdf/Alberto%20Acosta.pdf

Bolados, P., Henríquez, O., Ceruti, C., y Sánchez, A. (2017). La eco-geo-política del agua: una propuesta desde los territorios en las luchas por la recuperación del agua en la provincia de Petorca (Zona central de Chile). Rupturas 8(1), 159-191.

Budds, J. (2012). La demanda, evaluación y asignación del agua en el contexto de escasez: un análisis del ciclo hidrosocial del valle del río La Ligua, Chile.  Revista de Geografía Norte Grande. 52,167-184.

Donoso, G. (2004). Chile: estudio de caso del Código de Aguas. CEPAL- SERIE Recursos Naturales e Infraestructura. N°80.

Gudynas, E (2002). La Ecología Política de la Integración: reconstrucción de la ciudadanía y regionalismo autónomo. En Alimonda, H. (2002). Ecología Política. Naturaleza, sociedad y utopía. CLACSO. 2002. ISBN: 950-9231-74-6

Harvey, D.(2005). El “nuevo” imperialismo: acumulación por desposesión. CLACSO

Marcus, G. (2001). Etnografía en/del sistema mundo. El surgimiento de la etnografía multilocal. Alteridades, 11 (22), 111-127. Doi: 74702209

Mundaca, R.(2015). La privatización de las aguas en Chile. Causas y Resistencias. América en Movimiento:Santiago

Sandoval-Moreno, A, y Günther, M. (2013) La gestión comunitaria del agua en México y Ecuador: otros acercamientos a la sustentabilidad. Ra Ximbhai 9 (2), 165-179

Seoane, J., Taddei, E y Algranati, C.(2013). Extractivismo, despojo y crisis climática. Desafíos para los movimientos sociales y los proyectos emancipatorios de Nuestra América. Ediciones Herramienta Editorial El Colectivo: Buenos Aires

 

[1] A partir de este decreto el agua pasó a ser un bien transable en el mercado cuyos derechos de aprovechamiento se entregaron de forma gratuita y a perpetuidad a quienes los inscribieran en la Dirección General de Aguas (DGA).  También separó el agua de la tierra y eliminó la prioridad de consumo humano, concediendo premeditadamente el agua a la gran minería y agroindustria para su sobreexplotación (Donoso, 2004; Mundaca, 2011).  Es un modelo que ha funcionado como mecanismo de saqueo (Acosta, 2013), y se erige como un intento por resolver la crisis capitalista por sobreproducción a través de la acumulación por desposesión (Harvey, 2005).

[2] La tesis se enmarcó en el proyecto FONDECYT Nº11160601 “Modernización ecológica en Chile. La ruta modernizadora chilena en el contexto de las economías basadas en las industrias extractivas, hacia la construcción de un modelo para el análisis comparativo “

[3] Para fines del blog solo se utilizaron algunos de los resultados de la investigación.

[4] La distancia entre Petorca y La Ligua es de aproximadamente 55 km. Durante nuestro trabajo de campo tuvimos que hacer ese trayecto constantemente. El viaje significaba cerca de una hora en auto, en cambio para la mayoría de las personas era mucho más agotador, ya que debían viajar en la locomoción colectiva lo cual significaba un viaje de casi dos horas.

[5] Para resguardar la identidad de los/as participantes del proyecto se utilizaron seudónimos y se modificó la información personal de cada participante

[6] En el Bronce tiene una capacidad de 10.000 L

[7] Esta es una baja cantidad si se compara con los 120 litros diarios de consumo promedio residencial del resto del país también con el consumo en promedio de 220 L diarios en Europa. Pero irrisoria, si se compara con el acaparamiento que tienen las cuatro principales agrícolas que operan el sector equivalente a  2.323,32 litros de agua por segundo