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Entrevista a Francisca Fernández: plurinacionalidad, feminismo y lo socio-ambiental, los ejes fundamentales del proceso constituyente.

20 Octubre 2020

Entrevista por Angela Boitano, transcripción y edición por Antonia Zambra

En el marco del ciclo de entrevistas, “elementos para pensar en una nueva constitución”, entrevistamos a Francisca Fernández, Antropóloga, Doctora en Estudios Americanos e integrante de la Coordinadora Feminista 8M y del Movimiento por el Agua y los Territorios (MAT). Durante la entrevista, efectuada el miércoles 9 de septiembre, conversamos sobre la importancia de diferenciar el momento constituyente desde el ámbito institucional y el territorial; la plurinacionalidad, el feminismo y lo socio-ambiental como ejes fundamentales del proceso constituyente; y el rol de la universidad a días del plebiscito del 25 de octubre.  

Lo constituyente institucional y lo constituyente de los pueblos.

AG: Te agradecemos mucho por tu tiempo para ofrecernos esta entrevista que se enmarca dentro de un ciclo que estamos haciendo en el Observatorio de Desigualdades de la UDP para poder tematizar lo que hemos llamado el momento constituyente.

F: Gracias a ustedes por la invitación también.

AG: Quería partir preguntándote acerca de la relevancia que tú le atribuyes a este momento que estamos viviendo.

F: Es una pregunta bien importante porque “lo constituyente” no lo veo exclusivamente en el marco de “lo constitucional”. Más bien “lo constituyente” lo pensamos, en las distintas colectividades en las que participo, como un camino hacia la configuración de nuevos horizontes políticos. “Lo constituyente” tiene que ver con eso, con constituir estos nuevos horizontes políticos que pongan en tensión el modelo estructural capitalista, colonial y patriarcal. Entonces adquiere otra mirada entender “lo constituyente” como un proceso que tiene una dimensión institucional, en el marco de la Constitución; y otra dimensión que me gusta llamarle “el tiempo de los pueblos”, que tiene que ver con las propias dinámicas organizativas y territoriales de distintas colectividades.

AG: Entiendo.

F: Ahora, en nuestro caso, el proceso constituyente se enmarca sí o sí en “la revuelta”. Yo siento que “el estallido” de octubre de 2019 posibilita a las entidades movilizadas posicionar el hecho que debemos tener una nueva Constitución. Sin “revuelta” yo creo que este debate tan tajante no habría sido posible. Acuérdate que con Bachelet también hubo un momento constituyente institucional; reflexivo, pero que quedó bastante en el aire. Entonces para mí el marco de posibilidad está en “el estallido” y “la revuelta”.

AG: Claro.

F: Ahora bien, “el estallido” es producto de por lo menos dos elementos. Uno tiene que ver con la rabia corporeizada, que tuvo mucho de espontaneidad, casi como de catarsis. Fue un momento bien inesperado yo creo para todas y todos. Si nos preguntas dos días antes, era inimaginable un horizonte así. Pero, por otra parte, hay trayectoria. Ya hay rutas trazadas. El pueblo mapuche tiene propuestas de autodeterminación y de control territorial, las feministas llevamos dos años en un encuentro plurinacional de “las que luchan” donde tenemos un programa, en el Movimiento por el Agua y los Territorios tenemos propuestas de gestión comunitaria. O sea, quiero decir, hay espontaneidad, pero también hay proyectos y propuestas. Y eso también es un proceso constituyente, no institucional sin duda. Entonces hay distintos momentos en “lo constituyente”. Lo institucional y, de manera paralela, distinta, con otros tiempos, “lo constituyente” de los pueblos.

AG: Sin duda.

F: Pero también hay otro momento de “lo constituyente” que es súper importante que es “lo destituyente”. Cómo destituimos lo que no queremos. Y creo que “la revuelta” tiene harto de destituyente. Algo que he hablado constantemente con un amigo, Claudio Alvarado Lincopi y que que hemos llamado la “desmonumentalización”. Tampoco es casualidad que uno de los actos performativos que se repitió en todas partes fue derrumbar estatuas. Le he llamado una suerte de justicia simbólica restaurativa porque además esos monumentos representan todo lo que te dije, colonialismo y patriarcado. Casi todos son personajes vinculados con un discurso de construcción de Estado Nación. Con la colonización de este territorio, personajes muy patriarcales, personajes de una elite política, hombres en la mayoría de los casos. El caso más emblemático es el que sucedió en La Serena donde, además de romper la figura colonial, colocaron el busto de una cacica diaguita llamada Millanca. Entonces no es solo desmonumentalizar sino también poner nuestros propios monumentos. O no sé si te acuerdas también el busto de no sé qué cardenal en la Universidad Católica en Alameda donde pusieron a Pedro Lemebel.

AG: Monseñor Carlos Casanueva

F: Deber haber sido Casanueva. Es interesante pensar que ahí hay una suerte de “lo destituyente”. Destituir el orden imperativo. Recuerda que hay una primera etapa de la movilización que era “fuera Piñera”. No es que eso fuera a cambiar el gobierno de turno, pero yo creo que había esa necesidad simbólica de romper. Y después de eso “destituyente” creo que empezaron a pasar cosas “constituyentes” súper potentes. Por ejemplo, el auge de asambleas territoriales. La misma Coordinadora de Asambleas Territoriales (CAT) comienza a hablar de esa necesidad. “Bueno, ya nos movilizamos. Ya hemos colocado ciertas demandas. Ahora tenemos que empezar a construir”. Y con lo bueno y lo malo. Porque justamente ayer estuve en un conversatorio donde hablamos qué pasaba hoy con las Asambleas Territoriales y nos decían que las Asambleas Territoriales creadas al alero de “la revuelta” estaban bien debilitadas. O sea, la pandemia de cierta forma generó algunos quiebres, recesos, otra temporalidad y ahí hay un desafío de cómo retomar eso que se constituyó al alero del “estallido”.

AG: Seguro que sí.

F: Entonces ¿Qué sucede? “Lo constituyente” instala a nivel institucional la necesidad de una nueva Constitución y eso, vuelvo a insistir, ocurre al alero de las movilizaciones. Sin embargo, como todo ámbito, es un campo de disputa que inmediatamente tuvo un primer quiebre importante entre la izquierda más institucional con los movimientos sociales y que fue el acuerdo de paso en noviembre.  Retiro de partidos en la coalición del Frente Amplio, desavenencias entre movimientos sociales y ámbitos del Frente Amplio, gente que se retira del Frente Amplio. Porque claro, se vio como una suerte de engaño. Además, fue muy simbólico que fuera de noche, muy a la espalda de las movilizaciones donde se zanjaron ciertos elementos que son bastante complejos.

Desbordar en las calles, incidir en lo político

AG: Para agarrarme del hilo que tú misma ocupaste, me parece interesante tu opinión sobre la legitimidad que pueda tener este proceso dado justamente que esto fue posible solo porque hubo un movimiento social ¿Cómo ves tú entonces esta alternativa que se nos presenta en adelante? “Apruebo” o “Rechazo”, pero luego, “Convención Constitucional” o “Comisión Mixta”

F: Es interesante porque si bien son dos papeletas que remiten a un mismo contexto, para mí se trata de cosas absolutamente distintas. Algo que acordamos en la Coordinadora 8M y en el Movimiento por el Agua es que todas y todos vamos por el “Apruebo”. Claro, puede haber sectores con una postura más radical que llaman a no votar, y de cierta forma también podemos tener afinidad en su reflexión; pero en términos generales creemos que debe ganar el “Apruebo” con una gran mayoría. Porque tiene que ser una presión simbólica muy potente. Entonces el “Apruebo” creo que no ha generado ningún tipo de tensión por esta necesidad imperante de terminar con la Constitución de 1980. Tú sabes que somos el único país después de haber tenido una dictadura cívico militar en América Latina que sigue con la misma Constitución. De manera que dar término a una Constitución amparada en un Golpe cívico militar, aunque sea un desastre, obviamente genera una impronta, una necesidad democrática. Piensa tú la cantidad de años que pasó desde el 88’, el 89’, no sé Aylwin, Lagos, cada uno tratando de colocar ciertos hitos. Para mí este sería el hito. De ahí puede ser para bien, para mal, con todas las deficiencias que tiene.

AG: Claro.

F: Sin embargo viene este segundo momento, que es lo complicado y que nuevamente nos tiene en tensión dentro de los movimientos sociales. “Convención Mixta” o “Convención Constitucional”. Volviendo al tema del acuerdo. Por una parte, está el tema de la ley 21.200 que genera ciertos elementos bastante complejos para los movimientos sociales. Y aquí voy a hablar desde lo socio-ambiental. Para el Movimiento por el Agua uno de los elementos más importantes es la desprivatización de los bienes comunitarios. En ese sentido lo que se busca es la derogación del código de aguas, ni siquiera la reforma. Un nuevo cuerpo normativo de aguas. Sin embargo, la ley 21.200 establece que se pueden seguir aprobando Tratados de Libre Comercio (TLC) y por tanto constituye un elemento más que profundiza la privatización de los territorios. Imagínate, por ejemplo, se deroga el código de aguas, pero se aprueba el TPP-11 que establece que las transnacionales pueden adquirir derechos de agua y nos pueden llevar a instancias internacionales de controversia. Controversias que, además, penalizarían al Estado chileno por no cumplir y garantizar las condiciones en que se estableció el acuerdo. Entonces nosotras vemos como un amarre que uno de los ejes de la lucha socio-ambiental contra los tratados de libre comercio sea uno de los ejes que amarra el proceso constituyente institucional.

AG: Cierto, sí.

F: Por otra parte, nuevamente la figura de los personalismos súper presente, y que tiene que ver con la gran crítica a la izquierda latinoamericana y chilena. La autocrítica de las izquierdas en general de cómo durante todos estos años no lograron salirse de la lógica personalista. Y nos pasa que con la figura de elección de sistema de diputaciones y de lista, por mucho que sean ciudadanos y ciudadanas los que puedan ser los constituyentes, lo que se está privilegiando es la lógica partidista. Entonces estos elementos están generando tensiones internas entre nosotras y nosotros. Hay lecturas. La lectura es bien compleja. En la Coordinadora Feminista 8M nosotras siempre hemos hablado de Asamblea Plurinacional Feminista Soberana y Popular; sin embargo, hace alrededor de dos semanas, se decidió que además de ir en una campaña por el “Apruebo” iríamos también por una “Convención Constitucional” ya que nos preocupaba un poco que la gente no tuviera claridad de qué tuviese que votar después.

AG: Claro. Después te ibas a encontrar en la papeleta con que esa palabra no existe.

F: ¿Cuál es la complejidad? Ninguna de nosotras estamos por la “Convención Constitucional”. La diferencia de lecturas que tenemos es que hay un sector que dice “podemos desbordar el proceso” y otras, donde me incluyo, que no cree que desbordar desde lo institucional sea una posibilidad. Yo siento que podemos desbordar en las calles, en las movilizaciones, pero en el proceso de la “Convención Constitucional” podemos incidir. Tengo esa sutil diferencia con algunas compañeras. También siento que esto es un ejercicio. Como hemos tenido un Estado tan neoliberal y subsidiario, creo que tenemos una ansiedad. Como que agotáramos todas nuestras expectativas en el proceso que se viene.

AG: ¿Cómo así?

F: Yo viví tres años en Ecuador. Y viví un tiempo en el norte de Chile. Entonces pasaba todo el tiempo en Bolivia. Bueno, tuve la suerte de estar en el momento constituyente de Ecuador y de Bolivia. Cosas mágicas que se han dado. Estuve en el proceso constituyente de Ecuador del 97’al 98’ donde que se logró una asamblea constituyente pero que no generó grandes cambios. Ocho años después, al alero de Rafael Correa, se crea la Constitución que hoy conocemos del Ecuador. Pero a la gente se le olvidó que siete años antes hubo otra experiencia. Entonces mi sensación es que no pongo toda mi aspiración al momento que viene ahora, sino que creo que éste es un momento muy relevante históricamente que abre la posibilidad de seguir reflexionando.

AG: Claro, entiendo.

F: Yo no sé si vamos a quedar contentas con la “Convención Constitucional”. Obviamente la “Convención Mixta” y la “Convención Constitucional” son distintas. No son lo mismo. Una, la “Convención Mixta”, está bajo la lógica mitad congresistas, mitad ciudadanía; y la “Convención Constitucional” es la ciudadanía. Pero es una ciudadanía, en ambos casos, bajo la lógica de la diputación. Además, creo que es una falsedad hablar de hoja en blanco si vamos a seguir aprobando Tratados de Libre Comercio (TLC). Y el 2/3 también como un amarre. Aunque es cierto, yo creo que el 2/3 es un amarre tanto para los sectores críticos como para la derecha. Ahí la complicación va a ser para ambos lados. No sé qué me pasa con ciertas reflexiones. ¿Creo que a través de la Convención Constitucional se va a legalizar el aborto? No lo creo. ¿Creo que con la Convención Constitucional se va a derogar el código de aguas? No lo creo. ¿Creo que la Convención Constitucional va a derivar en una ley de violencia sobre las mujeres y disidencias? No lo creo. Pero sí creo que puede permitir tensionar y posicionar esos temas que permitan que avancemos hacia eso. ¿Y por qué soy tan enfática en esto? Porque siento que, si ponemos todas las fichas hoy a lo que se nos viene, podemos mandarnos el tremendo ni que porrazo.

AG: De todas maneras.

F: Porque vamos a generar muchas expectativas que no lo van a ser. Entonces trato de ser bien honesta en este tipo de reflexiones. Me preocupa eso sí esta suerte de impugnación del tipo “quienes votan son institucionales, neoliberales” versus “los que no votan son infantiles, irresponsables”. Me parece que eso daña. Cada uno de los sectores sabrá desde donde estar posicionado en este proceso. Desde “lo constituyente” institucional o desde los territorios. Creo que siempre va a ser un problema dentro de los sectores críticos ver al otro sector crítico como el enemigo. Eso me parece grave. Pero sí creo que quiénes promulgan una vía más institucional, vale decir “Convención Constitucional”, tienen que ser bastante honestos sobre los marcos de realidad y de movilidad que se van a tener. Sin embargo, piensa tú ganáramos “Apruebo” con 80%. No sé cómo Piñera podría enfrentar eso.

Plurinacionalidad, Feminismo y lo Socio-ambiental como ejes fundamentales del proceso constituyente.

AG: Ahora, tú que perteneces al movimiento 8M, pero también al Movimiento por el Agua y los Territorios ¿Qué temas piensas tú que son relevantes y sin los cuáles una Constitución no puede ser considerada democrática?

F: Obviamente me gustaría decirlo todo, pero quizás, por militancia: Plurinacional, Feminista y Socio-ambiental. Esos para mí son claros.

AG: A ver.

F: Por plurinacionalidad me refiero no solo al reconocimiento, sino que, a la articulación y coexistencia de ejercicios políticos de distintos pueblos. Y ojo, no solo de los pueblos originarios. Yo siento mucho más la plurinacionalidad desde los territorios. Moira Millán habla de eso en Argentina. La coexistencia, conocimiento y reconocimiento mutuo de que constituimos una comunidad política desde distintas comunidades políticas. Pueblos originarios, afro-descendientes, migrantes, campesinado y sectores populares urbanos. Para mí la plurinacionalidad es fundamental. Es el carácter desde donde pensar la construcción de lo político, y que excede a la idea de escaño. Por ejemplo, cómo respetamos las propias formaciones políticas tradicionales de los pueblos originarios. Existe el parlamento de Coz Coz en Panguipulli, el consejo de ancianos en Rapa Nui, el consejo de Mallkus y Tallas en el mundo andino. Hay experiencias. Y además diversa también. El pueblo mapuche es muy complejo porque como todo pueblo tienen distintas comunidades políticas y visiones. Uno tiende tanto a simplificar. Entonces pensar el proceso constituyente debería ser en clave plurinacional. De hecho yo lo he planteado. Para mí un proceso real de asamblea constituyente serían asambleas territoriales, barriales, regionales, comunales, insulares; asambleas por ejes temáticos, feminista, sindical, educacional, salud, etcétera; y asambleas respetando las formas tradicionales propias. Y que, además, una pudiera participar de manera simultánea en éstas. Por ejemplo, yo podría estar en la asamblea feminista, en la socio-ambiental y en la de mi barrio, por decirlo así. Y desde esas asambleas que surgieran las y los constituyentes que representaran, en un proceso que por lo menos debería durar dos años, a la ciudadanía. Y que, además del debate de estos constituyentes en un espacio, luego se retorne con las propuestas a las distintas asambleas para finalmente dimitir. O sea, finalmente, validar el proceso y la nueva Constitución.

AG: Claro.

F: De hecho siempre digo, lo más interesante de Ecuador y de Bolivia es el proceso constituyente y no necesariamente la nueva Constitución. Lo más interesante fue el debate y no necesariamente el documento de la carta magna.

AG: Sí, claro.

F: Entonces bueno, plurinacionalidad. Dos, feminista. Y es importante decirlo, feminismo no es paridad. Paridad es sentido común. ¿Te acuerdas del debate sobre la paridad? Fue una cosa numérica, ni siquiera era feminista, era sentido común. Somos más de la mitad, punto. Nada que ver con feminismo. Yo en ese sentido soy bien enfática. Creo y trato de pensar en un proceso constituyente en clave feminista más que en clave de género. Siento que la clave de género es para la política pública. Clave feminista es para la construcción de lo político. Entonces ¿qué debería tener como elementos fundamentales un proceso constituyente feminista? Un gran eje transversal es la visibilización de la violencia patriarcal como gran eje articulador. Además, lo primero que borraría constitucionalmente es que la familia es el eje de la sociedad chilena. O sea, de verdad estamos en el inicio de la Edad Media. La sociedad se constituye de seres de pueblos, de colectivos, que configuran este territorio llamado Chile. La familia debe desaparecer como precepto.

AG: De hecho ha desaparecido, de la forma como ha sido concebida.

F: U opciones de familias. De disidencias, de tener hijos o no tener hijos, de generar vínculos con los animales. O experiencias colectivas. En el caso mapuche son familias muy extensivas. Hay distintas formas de familias. Ese es un tema que yo cambiaría casi al otro día. Quizás inmediatamente después, integrar la idea de una educación feminista, no sexista e inclusiva. Obviamente otra cosa que a mí me ha preocupado mucho es el tema del racismo tanto hacia el pueblo mapuche como ahora el veto que le hicieron a la ley migratoria, que nos remite a una de las leyes que más criminaliza a los migrantes en el mundo.

AG: ¿Y en lo socio-ambiental?

F: En la dimensión socio-ambiental una de las luchas que estamos dando hace tiempo son los derechos de la naturaleza, que obviamente también recogimos de la experiencia de Ecuador y de Bolivia. Sin embargo, por darte otro ejemplo, en Colombia se le reconoció la condición de sujeto político a un río. Estamos hablando que nosotras no solo queremos que el agua sea reconocida como derecho humano sino también un derecho de la naturaleza, entendiendo que la lucha socio-ambiental es también por la justicia restaurativa y la preservación de los ecosistemas más allá de la vida humana, sino que para sostener las otras vidas. Ahora estamos proponiendo la idea de gestión comunitaria de las aguas, por cuenca, sub cuenca, donde también es importante la mantención del ciclo hidrológico y no solo de consumo humano, entendiendo que también somos parte de la naturaleza. Tampoco deshumanizar la naturaleza sino que entendernos como parte de esa entidad.

F:  Pero quizás, si tú me preguntas mañana ¿qué es lo primero que debe unir todos estos temas? Fin al estado subsidiario. Yo creo que es la columna vertebral que permitió la privatización y la fragmentación de todos los otros elementos que te acabo de señalar. Ahí tendríamos un esquema, que te vuelvo a insistir, no es nada nuevo. Es algo que hemos ido recogiendo en experiencias reflexivas en distintas instancias. Por eso me preocupa cuando “lo constituyente” se ve como una suerte de profesionalización. Como si los abogados generaran el único espacio para hacer un campo reflexivo, siendo que “lo constituyente” surge de las demandas y las reflexiones de los distintos campos populares. Ojo, hay personajes, mujeres, hombres, disidencias, grandes pensadores de “lo constituyente” que son abogadas y abogados, no es para hacer una crítica. Pero en algún momento cuando se habló de nueva Constitución se tendió a pensarlo así, y no al revés. Yo siento que está todavía muy naturalizado que “lo constitucional” es de expertos y expertas y no como un proceso que es producto de nuestras reflexiones, donde la experticia obviamente lo traduce en un lenguaje jurídico para generar esta carta.

AG: Claro.

F: Y hay casos súper interesantes en el mundo de cómo ir tensionando, incidiendo y quizás casi desbordando estos procesos. Por ejemplo, en Colombia se generó un movimiento en 1990 llamado “la séptima papeleta” que nos puede dar hartas enseñanzas. Venía la elección en 1990 en Colombia y había seis papeletas; una para votar por presidente, por gobernador, etcétera. Y el movimiento estudiantil llamó a una séptima papeleta para votar por “Asamblea Constituyente”. Lo imprimieron en las calles y en periódicos alternativos. Había más de dos millones de votos por esta preferencia. En ese entonces el presidente de turno llamó a un estado de sitio, luego hubo una elección y finalmente se aprobó una asamblea constituyente que en 1991 permitió una nueva Constitución colombiana. No estoy diciendo que sea perfecta ni nada, pero ahí tú puedes ver una incidencia que fue a través del ejercicio del voto.

AZ: Interesante lo que mencionas sobre los derechos de la naturaleza porque de hecho justamente identificamos estos tres ejes que tu mencionas para la realización de este ciclo de entrevistas, plurinacionalidad, feminismo y socio-ambiental, no solo como aspectos fundamentales, sino que invisibilizados en el ejercicio de pensar una nueva Constitución.

F: O sea no sé si ustedes recuerdan Unidad Social. Nosotras finalmente nos terminamos restando de ese espacio porque, de verdad, los más invisiblizados eran los pueblos originarios, los migrantes, nosotras las feministas y las y los luchadores socio-ambientales. Dale con “los recursos naturales”, dale con “nacionalizar el cobre”, dale con hablar de “nuestras mujeres”. Y es gente con quien nos movilizamos y construimos conjuntamente, pero quiero decir que, además de ser invisibilizados a nivel general, es también una invisibilización interna de los propios sectores movilizados. Cuesta posicionar estos temas. Quizás no quede en la nueva Constitución los derechos de la naturaleza, pero ya se van a colocar esos temas. O sea, todos estos elementos que te acabo de señalar son cosas que hace un par de años casi nadie los había escuchado. Ahora por último se está repitiendo más, se está preguntando, se está averiguando. Pasa lo mismo que señalé al inicio. El que se conforme una nueva Constitución es un gesto de justicia simbólica, pero no basta con ese ejercicio. Después debemos ver cómo lo convertimos en un engranaje institucional, en una estructura y un sistema permanente donde la organización y los territorios puedan estar velando por el cumplimiento de esas normativas, de esos nuevos cuerpos, de ese ejercicio.

AG: Claro.

F: Volviendo a los derechos de la naturaleza. Siempre digo que la Constitución más interesante es la ecuatoriana, no la boliviana. La ecuatoriana le da estatus de derecho a la naturaleza mientras que Bolivia hace una carta de los derechos de la madre tierra. En Ecuador hay una incidencia respecto al cuidado y la defensa del medio ambiente, de la necesidad de restaurar territorios dañados, donde las comunidades están siendo partícipes constantemente de los procesos de consulta de manera deliberativa respecto a proyectos económicos, etcétera. Sin embargo, Bolivia y Ecuador en algunos casos hasta intensificaron su extractivismo, o lo que llamaría Eduardo Gudynas, neo extractivismo. Ya no es un extractivismo para las ganancias de los mercados globales sino que para la generación de política pública y de sostener este proyecto de cada uno de los estados plurinacionales que te acabo de nombrar. En Bolivia, por ejemplo, tenemos cercanía y amistades con organizaciones de mujeres contra la mega minería y dicen que en Oruro se intensificó la minería. En este sentido la minería fue el sostén desde donde Evo Morales colocó la posibilidad de avanzar como país plurinacional y desarrollarse. Esta visión del desarrollismo es algo que todavía pesa mucho en la izquierda.

Transitar hacia una sociedad post-extractivista

AG: ¿Y cuál es la propuesta frente a esta forma de desarrollo?

F: Nosotras y nosotros posicionamos los derechos de la naturaleza desde una lectura anti extractivista. Hablamos de transitar hacia una sociedad post-extractiva entendiendo que tiene etapas de corto, mediano y largo plazo. Yo no voy a cerrar mañana la minería, sería ridículo. Es necesario considerar etapas para transformar la matriz productiva energética y de consumo, que es justamente además lo complejo. Y por eso nosotras y nosotros hablamos de economías territoriales. Cómo potenciar que los desarrollos locales estén anclados en sus prácticas de ganadería, agricultura tradicional y generación de energía pero que sea para lo local. La energía limpia tampoco te asegura realmente un cambio en la matriz productiva energética. Piensa tú en el parque eólico en Chiloé que se puso arriba de turberas, que actúan como humedales en la zona de Chiloé. Además de dañar el territorio, los dueños de esta empresa reciben las ganancias en detrimento de un proyecto de generación de energía que podría abastecer a la población local. Entonces la energía limpia renovable debe tener una dimensión de economía territorial donde las comunidades sean parte de la administración, de la distribución y del consumo de esa energía. Y en Chile esto siempre ha sido tan contradictorio. En Chile vendemos y compramos energía. Las grandes hidroeléctricas de paso dan cuenta por ejemplo de la venta de energía a Argentina. A su vez, somos grandes compradores de combustible.

AG: Interesante.

F: Y dentro de esto, para hacer el nexo con el tema de género, es importante mencionar que esta extracción ilimitada de los bienes comunes se basa en economías y territorios masculinizados donde las mujeres están sin empleo, en subempleos, en trabajos precarizados, donde el ámbito de la reproducción de la vida se desarrolla en un marco de contaminación, despojo territorial y, además, donde hay violencia sexual y estructural. Piensa tú en Huasco, donde justamente las distintas actividades vinculadas a la termoeléctrica, a la minería, han incentivado la violencia hacia las mujeres, a la trata de mujeres, al aumento de la prostitución o de la violencia intrafamiliar. Ahí hay todo un engranaje de territorio y economía masculinizada que es súper importante también ver en la dimensión del extractivismo y que, por otro lado, genera que hoy las resistencias territoriales tengan muchos rostros de mujeres, que no es casualidad.

AG: De todas maneras.

F: Otro caso que ilustra estas complejidades es el de Caimanes. En Caimanes hace años atrás fuimos a apoyar el corte de ruta que hicieron al acceso a la minera Pelambres y eran casi puras mujeres. Las mujeres nos contaban que tristemente muchas de sus parejas e hijos trabajaban para los Luksic. Entonces además estaban generando un conflicto familiar. Caimanes refleja mucho esta dinámica de una geopolítica del despojo anclada en un territorio y en economías fuertemente masculinizadas.

A días del plebiscito del 25 de octubre y el rol de la universidad en el proceso.

AG: Estamos encima del plebiscito ¿Cómo ves tú este período que nos queda en adelante con respecto a la agenda de modo que uno pueda aportar a este proceso que parece tan importante?

F: Lo primero que diría para partir es que estamos en un contexto de incertidumbre. Creo que todo puede pasar. Tanto a nivel de pandemia, político, de movilizaciones, estatal e institucional. Siento que estamos en un momento bien complejo porque esa incertidumbre no quiero que se traduzca en inamovilidad. O sea, incertidumbre no implica no hacer, sino que asumir un contexto ante situaciones que se van a ir construyendo y generando a la medida de los acontecimientos. Yo soy antropóloga y creo que el gran aprendizaje de “la revuelta” son los cientistas sociales. Nadie previó.

AG: Es cierto, nadie.

F: Una anécdota. Cuando se produce la toma del municipio de Chiapas por parte del ejército zapatista de liberación nacional, la primera pregunta que hizo el presidente de México fue que dónde estaban los antropólogos y las antropólogas. ¿No vieron esto? Lo más probable es que algunos sí, pero quiero decir que la realidad supera cualquier ficción. En ese sentido creo que dentro del cuerpo académico tenemos un gran desafío de incorporar tanto nuestra capacidad reflexiva como sistematizadora de experiencias ya existentes. Quiero decir que ya hay un recorrido. En las cátedras de género, en los debates feministas, en la coordinadora feminista 8M con la asamblea plurinacional de mujeres, en experiencias históricas de mujeres como parte de la red chilena de violencia contra las mujeres, en ANAMURI, en la marcha mundial de mujeres. Entonces es un momento fundamental para hacer un recuento de estas grandes trayectorias.

AG: Sí.

F: Es un poco lo que pasó ahora con los 50 años de la Unidad Popular. Hay un pequeño detalle que a uno se le olvida y que es que el Golpe de Estado ocurre en el marco de un proyecto histórico previo. Entonces hay que hacer una mirada de ese proyecto histórico que obviamente se vio truncado. Y así también se cumplieron años de la reforma agraria, donde se generaron una serie de conversatorios súper interesantes; porque hoy organizaciones de campesinas y campesinas siguen planteando la reforma agraria pero ya en otro lenguaje. Reforma agraria con derechos de la naturaleza. Reforma agraria no desde la potencialidad desarrollista o progresista, sino que desde la agroecología. En fin. Revisemos nuestra experiencia. Creo que en el mundo académico de cierta forma lo estamos haciendo. Revisar estas trayectorias históricas de memoria de más larga data con lo que está aconteciendo ahora para activar esa capacidad reflexiva que nos permita dialogar. Creo que también tenemos que salir de lo académico, que no necesariamente es salir de la universidad. Puede ser al revés.

AG: Claro.

F: Lo que se me olvida, sí creo que hoy tiene que ser todavía un tema muy relevante los presos y las presas de “la revuelta”, el nivel de violencia que fue ejercida a través de mutilaciones y el reconocimiento de violencia político sexual que se ejerció a mujeres, hombres y disidencias. Si bien la posibilidad de “revuelta” estuvo dada por muchos ejercicios de ciudadanía, nunca olvidar que un sector que ha estado fuertemente movilizado son los y las estudiantes, que son los que saltaron el torniquete por decirlo así. En este proceso, si tú te das cuenta, no existen. Quizás por la pandemia, como las escuelas están cerradas, no se ha visibilizado, pero a la hora que retornemos yo creo que se va a volver con harta rabia por parte de estos sectores. Porque “fuimos los movilizados y fuimos nuevamente los invisibilizados”. Esa es un poco mi lectura. Son tiempos complejos y siento que se construye muy del día a día.

AG: Seguro. Es verdad esa tensión que tú describes. Esa inmovilización en que caímos muchas personas. La elección de la FECH es un ejemplo. Que haya votado un 14% de los estudiantes es una señal que nos hace pensar que ese grupo de personas jóvenes que están en la universidad están optando por otras rutas de participación que no son esas tradicionales solamente.

F: Claro, la universidad no es la que los interpela para pensar quizás Te aseguro que la cantidad de mujeres y disidencias que participa desde la militancia feminista y que está en las universidades es gigantesca, pero la estructura universitaria no les interpela. ¿Qué me interpela? Organizarme desde la lucha por el aborto, desde la disidencia, desde el arte, desde colectivas.

AG: Antes de terminar quisiera plantearte si querías agregar algo más que quizás haya quedado “en el tintero”.

F: Me parece interesante nuevamente llegar al lugar de la universidad, que además es un espacio que me interpela en tanto soy profesora universitaria. La universidad no logra generar ni embarcar a la gente en procesos transformativos reales dentro de ese espacio. De hecho a mí ya me pasaba cuando yo era universitaria. Yo estudié en la Academia de Humanismo Cristiano (UAHC) en el momento que asesinaron a Claudia López, una bailarina de la UAHC que murió de un balazo en su espalda el 11 de septiembre en una acción que estaban haciendo en la Pincoya. Entonces soy de esa generación que quedó al medio de la expectativa post dictatorial, de cosas que no se lograron; y de la inamovilidad, de entender que casi no había otras opciones. Siento que ya eso se reflejaba, por ejemplo, en la baja participación en la estructura de representatividad universitaria pero que también significaba la necesidad de pensar desde otro lugar la organización universitaria. Tomando esa idea, siento que justamente estos tres ejes que mencionábamos durante la entrevista son clave para entender la participación el día de hoy. Por ejemplo, en lo plurinacional. La cantidad de trawün de organizaciones universitarias mapuche, aymara, quechua, lickanantai, que han emergido, es impresionante. Entonces sí se están organizando ¿dónde? Desde mi identidad como pueblo.

AG: Es cierto

F: Por otra parte el feminismo se transversalizó. No podemos olvidar nuestro mayo feminista que logró posicionar protocolos, creándose unidades de género, unidades contra la violencia, unidades de denuncia, programas con enfoque de género, pero ya de manera transversal. El tema de la violencia como un elemento transversal en el ejercicio universitario, tanto en la docencia como en las interrelaciones, quedó para siempre, con todas sus tensiones. Y el tema socio-ambiental exactamente lo mismo. Cada vez es posible encontrar más colectividades medioambientales y de economías territoriales. Hay una cantidad de huertas en las propias universidades súper importantes. O colectivos que están reflexionando sobre por qué Chile no adscribe al acuerdo de Escazú, integrando elementos de la agroecología en el espacio urbano, entendiendo la importancia de las semillas, de la red de autoabastecimiento, de la vinculación con ollas comunes. Entonces me parece fundamental decir, ¿hay desmovilización en la estructura clásica universitaria de participación estudiantil? Sí lo hay. Pero no así justamente en estos ejes. Hay una gran riqueza organizativa dentro de otras lógicas que están muy presentes en este momento de la historia.